Dialogos de la Isla Negra por Mario rodriguez cobos (Silo) en 1969

...entre el decoro y la libertad
...entre la necesidad y el deseo



Alguien sostuvo que el hombre no podía construir su propia vida ya que el sistema económico imponía tales condiciones, que era imposible liberarse.

Silo argumentó:

—« Tú presentas quejas contra un sistema que te oprime. Tales quejas deberías formularlas imparcialmente.

Supongamos que ya has partido de la injusticia social básica de estar ubicado en la alta posición que te dió tu familia. Aquellos que nacen en otro medio, o que están geográfica o racialmente desplazados, no tienen tus posibilidades.

Tus parientes y amigos curiosamente, pertenecen (como dicen los hombrecillos de moda) al mismo 'estrato socioeconómico'. Y lo que es más curioso, tu mujer tiene el mismo origen.

¡Bonita libertad la de la amistad y el amor!

Ya ves que hasta ahora te apoyo. Todo parece estar armado por el sistema. Mas no seas injusto, él existe porque tú lo alimentas.

No eres un minero, ni un leñador del sur. Ese tipo de vida te es desconocido porque trabajas únicamente con valores abstractos.

Nunca ves la muerte a tu lado y si el periodismo te informa sobre ella, mides su fuerza calculando las pérdidas de vidas en dólares norteamericanos.

Sé justo con el sistema y dame buenas razones para abominarlo. ¿Por qué dices que te oprime?».

—Porque me deshumaniza—respondió el joven.
—¿Cómo lo hace?—preguntó Silo.
—Forzándome a participar en la explotación y el fraude.
—¿De qué modo te obliga el sistema a tales fechorías?—requirió Silo nuevamente.
—Explicaré la mecánica del asunto, dejando de lado todas las cuestiones afectivas y morales que lo rodean. Estoy autorizado a tal descripción porque es la de mi caso.

«Llegado el momento de conseguir un trabajo estable, en el mismo instante en que aparece la posibilidad, me aferro a ella con todo mi ser. Luego, ya instalado, trato de progresar en esa línea porque entiendo que prosperando materialmente tengo más libertad espiritual».

«A esa altura me resulta convincente la idea de que desapareciendo la angustia material básica el hombre está en condiciones de desarrollarse».

—De acuerdo a eso, con privaciones básicas no habría desarrollo y sí a la inversa. ¿Esto es una verdad absoluta?—inquirió Silo.
—Ciertamente. Sucede entonces que a poco tiempo de estar en la empresa se me sugiere que tendré mejor horizonte casándome y constituyendo un hogar estable.

«Estadísticamente es sabido que la eficiencia aumenta en el empleado casado, al par que disminuye la deserción».

«Acepto el consejo de mis jefes y por ese hecho se me promueve. Es claro que aumentan mis necesidades porque ahora tengo un compromiso familiar».

«Con el tiempo advierto que debo participar más activamente en la vida de la empresa. Ya no sólo en las horas de trabajo, sino en toda actividad que desarrolle: relaciones, casa, ropas, comida, transporte, esparcimiento, lenguaje, en suma: estilo. Debo adaptarme a un estilo de acción y de pensamiento para coincidir con el ritmo de toda la maquinaria».

«Como mis posibilidades siguen siendo limitadas, debo adquirir «status» comprando ciertos bienes que exhiben mi nivel a fin de progresar».

«He aquí nuevos problemas. Si no adquiero 'status' no puedo trepar y si lo adquiero, esto es gracias a que me encadeno aún más comprando bienes que me endeudan».

«Para ahogar esta angustia que podría reflejarse en una menor producción de mi parte, mis jefes salen al paso colaborando en el otorgamiento de créditos benévolos respaldados por sus firmas de hombres aceptables».

«Ahora debo pagar mis deudas, aunque tarde toda una vida».

—¿Y de qué te quejas?—susurró con ingenuidad Silo
—También mi esposa deberá ligarse a la vida de la empresa y a sus reclamaciones sociales. Seguramente mi hijo no escapará a esto. ¿Crees que sería bien visto si él se relacionara con gente sospechosa?
—Creo que no—repuso Silo.
—Por consiguiente, al participar en este ejemplo de sistema, impongo la misma escala a quienes me rodean.

«Supongamos que ahora está en mis manos reclutar a nuevos empleados. ¿A quién tomo? Lógicamente a aquellos que tienen más posibilidades de contribuir al desarrollo de la empresa. Esos tales no podrán ser muy distintos a mí. Ambicionaré que sigan mis pasos. Ellos estarán así bien conmigo y yo con mis jefes».

«Si algún día llego a gerente general, aumentarán mis necesidades por dos razones. La primera de tipo material, para conservar y aumentar mi posición. La segunda de tipo psicológico, porque para llegar a este pináculo he llevado mi acondicionamiento al límite máximo y los reflejos creados me impiden hacer o pensar algo fuera de la línea de este 'lavado de cerebro total'».

—¿Cuál es entonces el problema? —interrogó formalmente Silo. —Que desde esta posición veo claramente hacia dónde voy y quisiera ir en dirección distinta.
—¿En qué dirección?
—En otra que me permitiera liberarme del sistema.
—¿Qué es liberarse del sistema?
—Tener lo necesario para vivir, sin estar encadenado.
—¿Pero cuáles son tus necesidades?
—Aquellas que me obligan a tener una vida decorosa: alimentación sana, un techo, vestido. No sólo para mí, sino para mi mujer y mi hijo.
—Bien, ya tienes eso.
—Si, pero sigo encadenado al sistema.
—Decide entre el decoro y la libertad.
—Veo por otros, que quien no puede llevar una vida decorosa no puede vivir libremente porque sus necesidades son tan apremiantes que está encadenado al logro del pan diario.
—De acuerdo a eso, nunca puedes ser libre.
—Es lo que pienso.
—¿Entonces, por qué buscas culpables?
—Porque si el sistema en que vivo cambia, dejo de estar encadenado.
—¿Insinúas que podrás vivir en tal caso, con decoro y libertad?
—Exactamente.
—Cambia entonces el sistema.
—No puedo porque ya no tengo libertad para combatir.
—Entonces, nada puedes hacer en ningún sentido.
—Eso me pregunto, ¿qué puedo hacer?
—Meditar sobre la mentira.
—¿Le dirías eso mismo al minero o al leñador del sur?
—Ellos preguntarían otras cosas, por lo tanto obtendrían distintas respuestas.
—¿Qué cosas preguntarían?
—Estarían preocupados por las necesidades materiales reales. Pero tú confundes deseo con necesidad.
Afortunadamente confundo. Eso es un error de juicio subsanable.
—No lo es, porque confundes intencionadamente.

El joven quedó pensativo, luego se despidió cortésmente de Silo y se alejó seguramente para siempre.

Los diálogos siguieron y luego el grupo se disgregó entre risas y bromas cuando la noche era avanzada.

23 de Enero de 1969
(extracto)

Link Descarga directa Silo y La Liberacion (Febrero de 1970 Arengas,dialogos y conferencias)


www.imaginatuvuelo.blogspot.com

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