Sobre La Forma Mental


“…los fenómenos de conciencia que, al igual que el pez que no ve el agua, están siempre actuando y rara vez los observamos”

Hay una estructuración mínima sobre la base de la cual funcionan todos los mecanismos de conciencia, que es esta de acto-objeto. Así como funcionan estímulos-registros, así también funcionan actos-objetos en conciencia, ligados por este mecanismo de estructuralidad de la conciencia; este mecanismo intencional de la conciencia. Siempre los actos están referidos a objetos, se trate de objetos tangibles, intangibles o meramente psíquicos.

Así como los sentidos y memoria están siempre trabajando, así conciencia está continuamente lanzando actos dirigiéndose hacia objetos. Esta ligazón entre un acto y un objeto no es permanente, ya que existen actos lanzados en busca de su objeto, y es precisamente esta situación la que le da dinámica a la conciencia.

Algunos psicólogos pensaron que era característica fundamental de la conciencia que el acto de conciencia estuviera ligado al objeto. Que no podía haber acto sin objeto y no podía haber objeto sin acto. Desde luego ellos no descartaron que el objeto al cual se refiere la conciencia pueda cambiar. Si eso no fuera así, la conciencia se vería en serias dificultades para transitar de un objeto a otro, porque en el momento de tránsito nos encontraríamos con que ese acto se encuentra sin el mismo objeto. Es gracias a que puede trabajar este acto en busca de objetos que la conciencia puede trasladarse de unos a otros. En rigor, aquellos psicólogos descubrieron una gran verdad y es que siempre el acto de conciencia se refiere a un objeto y que aunque el objeto cambie, la conciencia se dirige “hacia”. La conciencia, por tanto, es intencional y se comporta como una estructura acto-objeto. De tal manera que los objetos de conciencia, se trate de percepciones que llegan a conciencia, de recuerdos, de representaciones, de abstracciones, etcétera, aparecen todos ellos, como objetos de los actos de conciencia. Y ahora pues, puedo buscar un determinado recuerdo: ese es un objeto. Ahora puedo buscar una determinada percepción: ese es un objeto. Ahora puedo hacer una abstracción: ese es un objeto. Pero las operaciones que realizo son de distinta naturaleza. Hay distintos tipos de actos.

Esta intencionalidad de la conciencia (este dirigirse los actos de conciencia hacia determinados objetos), siempre está lanzada hacia el futuro, hacia cosas que deben aparecer. Es muy importante esta actividad de futurición del acto de conciencia. La intencionalidad siempre está lanzada hacia el futuro, lo que se registra como tensión de búsqueda.

Si voy a recordar lo que sucedió hace media hora me estoy disponiendo a lanzar mi acto de conciencia hacia el futuro. En este momento “todavía no” encuentro lo que pasó hace diez minutos, pero lo estoy buscando; seguramente en el futuro encontraré lo que estoy buscando; ahora, finalmente, di con lo que estaba buscando. Inevitablemente, la conciencia se va moviendo en futuro y así trabaja revirtiendo sobre los acontecimientos pasados. Inevitablemente, el tiempo de conciencia es de futurición: va hacia lo que va a sucederle a la conciencia, aun en el caso del recuerdo. Así es que estas personas que se van hacia el pasado y se quedan arraigadas en el pasado y se quedan fijadas en el pasado, y parece que su dinámica de conciencia quedara cristalizada, aún para estas personas, la dinámica de conciencia sigue actuando. En todos los casos voy haciendo registros de cosas pasadas pero la dirección de mi conciencia siempre es buscando, siempre es avanzando, aunque sea tratando de traer los acontecimientos que ya pasaron hace mucho tiempo.(…)

La forma mental constituye la estructura básica del siquismo humano, su más profundo sustrato. Presenta, como una de sus características, la de ser fija, inmóvil. Nosotros vemos que el núcleo de ensueño tiene movilidad, crece, se desarrolla y declina, aunque este proceso lleve mucho tiempo, aún en los casos de cristalización del núcleo, éste tiene movilidad.

La forma mental es inmóvil y corresponde a:

1) El desarrollo biológico de la especie en su camino evolutivo.

2) A la particular situación histórica y cultural de las que participa cada ser humano.

Es como si esta estructura básica del siquismo tuviera diferentes capas, unas profundas e idénticas para toda la especie y otras más periféricas, características de cada individuo, de cada grupo o pueblo, es decir lo que conocemos como “creencias” o capas más periféricas de la forma mental.

Así el paso del Cromagnon al Homo Sapiens, marca el cambio de la forma mental y una nueva manera de estructurar el mundo y los fenómenos de la conciencia. Cambia la estructura básica del siquismo. Mientras que las diferencias que pudieran apreciarse entre un chino, un esquimal o un occidental, marcan solamente cambios en el sistema de creencias o capas más periféricas de la forma mental, subsistiendo en ellos una misma organización del siquismo, lo que deja traslucir en todos ellos, signos característicos que nos llevan a afirmar, sin lugar a dudas, que participan de la naturaleza humana. De la misma manera, las diferencias físicas entre los hombres son variadísimas, no sólo por sus diferentes tipos humanos, sino también por su color, estatura, etc., pero dejan traslucir una conformación humana, perceptible detrás de cualquier diferencia circunstancial y propia de la especie que nos lleva a reconocernos como seres humanos, a pesar de tales diferencias de “grado”.(…)

Si observamos la conversación entre un campesino y un hombre de ciudad, no solo veremos diferencias en cuanto a los datos, en la información que cada uno maneja, sino en la manera de articular estos datos. Ahí vemos la Forma Mental, aunque ambos tengan igual percepción. Esto, que también se observa en las diferentes formas de mentar de las distintas generaciones, resulta más evidente comparando especies.

La forma mental se observa no como representación, sino como todo acto de conciencia que tiende a ligarse a un objeto. Se observa que si se trata de prescindir de la representación, para atender a actos puros, nuevos objetos aparecen para ligarse a esos actos. Y se organizan representaciones que completan actos, en lo cual se observa el trabajo de la memoria de continuo, ya que la memoria tiende a actualizarse y tiende a cubrir el vacío que se produce en la conciencia.(…)
Todo acto de conciencia que se mueve en el instante presente, siempre va involucrando pretensiones y retenciones. Todo acto de conciencia, aún cuando trabaje futurizando, lo hace siempre actualizando memoria.

Si ustedes se imaginan el mundo del año cinco mil, de todas maneras lo imaginan con datos que tienen grabados y que ustedes combinarán de modo especial. Producirán síntesis que, claro, no se dan en la vida cotidiana de hoy, mundo siglo veinte, pero trabajarán con los datos grabados en la memoria. Esta tendencia de la memoria a surgir, a completar actos, es inevitable. Y no depende de ella misma. (…)

Descubro en definitiva, lo que ya descubrió Brentano: el mecanismo de intencionalidad. Descubro además en la conciencia, el proceso mediante el cual la memoria tiende a manifestarse cubriendo cualquier acto de conciencia.

Tengo el micrófono, cierro los ojos, tengo la representación del micrófono; observo ahora no ya la imagen interna del micrófono sino el acto que se refiere a la representación. Ese acto se ha convertido ahora en un objeto de conciencia. ¡Fíjense qué gracioso! Resulta ahora que el objeto no es el micrófono representado sino que ahora el objeto es lo que antes era el acto. ¿Y por qué digo que esto es ahora un objeto? Digo que es un objeto porque hay un nuevo acto de conciencia que se refiere a él. Todo acto que se refiere a algo, se refiere a un objeto. De manera que ahora no tengo ni siquiera la imagen del micrófono, ahora tengo el acto de representación del micrófono el cual estoy estudiando.

Descubro el mecanismo de intencionalidad que hace que todo acto de conciencia tenga como referencia a un objeto y que en cuanto desaparezca un objeto de la conciencia, inmediatamente tenga que aparecer otro para ser cubierto por la intencionalidad de mis actos.

Esta Forma Mental, que se vincula incluso con el sistema de reflejos incondicionados (entre ellos el instinto de conservación), como nombramos anteriormente es inmóvil y corresponde al desarrollo biológico de la especie en su camino evolutivo y a la particularización histórica y cultural de la que participa cada ser humano.

Cuanto más profunda, más difícil de percibir es y también más difícil que sufra modificaciones; su mayor permanencia hace que los contenidos de conciencia mantengan sus sistemas de relaciones y que estos se modifiquen con el cambio de Forma Mental .

En la Forma Mental están los límites, los ámbitos internos de la conciencia. Su modificación implica una transformación formal de los mecanismos de conciencia.

Hoy la Humanidad toca límites con esa Forma Mental y es necesario un nuevo salto cualitativo en estas profundidades del hombre. No sería, entonces, la transformación que se presiente un cambio de teorías, de sistemas, sino un cambio en la Forma Mental de la especie humana. A este cambio se le denomina Transmutación (ruptura de la forma mental).

La verdadera transmutación se produce cuando incluso se puede ir, conscientemente en contra del sistema de instintos y reflejos incondicionados. Así vemos que la transmutación de J.C. se produce en el Huerto de los Olivos, donde J.C. vacila antes de aceptar la necesidad superior de su propia muerte, lucha interna que termina con las palabras: “Padre hágase tu voluntad”. Ese es el momento de la transmutación, de la ruptura de la forma mental. Estas cosas se pueden ver mejor en el cristianismo que en el budismo, porque J.C. es presentado de una manera más humana. Así, el rechazo de las tentaciones que durante su ayuno efectúa frente al demonio, significa la ruptura con los mecanismos de los ensueños de poder, gloria, riqueza, etc. Es como si cada vez se fueran produciendo transformaciones más profundas, hasta llegar a la del Huerto de los Olivos, donde J.C. rompe incluso con el instinto de conservación.

Esta actitud se diferencia de la del héroe, ya que éste puede llegar a sacrificar su vida por la fuerza del ensueño y no por su clara y libre comprensión. En el héroe no se produce la ruptura de la forma mental porque no hay una comprensión profunda del sentido de la existencia, no hay el reconocimiento del plan.

Por amor y compasión se puede llegar conscientemente al sacrificio -sin contradicción- hasta de la propia vida.(*)



* Extracto
Apuntes de Psicología.II Silo. Ed. Ulrica.
M.T Cuatro conferencias dictadas por Silo Ed. Transmutación



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1 Comentário:

Unknown dijo...

MUY BUENO!!ES BASTANTE CLARA LA EXPLICACION...

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