Darwin y la justificación del sistema existente - Posición Humanista


Máximo Sandín es Doctor en Ciencias Biólogicas y en Bioantropología, y ejerce como profesor de Evolución Humana y Ecología en el Departamento de Biología de la Universidad Autonoma de Madrid.

Según él, el darwinismo se ha convertido en una especie de religión, en una justificación del sistema económico vigente. La teoría de "La Selección Natural" por la cual los más fuertes son los más aptos y los únicos que deben sobrevivir, justifica la creencia de que debemos vivir constantemente en competencia.

"El origen del hombre" es una auténtica bazofia intelectual y científica creada por un teólogo y naturista aficionado, que justifica la existencia y perpetuación de las élites.

Sin estar de acuerdo con la totalidad de sus planteos, me ha parecido interesante compartir su punto de vista.

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La posición humanista

La acción de los humanistas no se inspira en teorías fantasiosas acerca de Dios, la Naturaleza, la Sociedad o la Historia. Parte de las necesidades de la vida que consisten en alejar el dolor y aproximar el placer. Pero la vida humana agrega a las necesidades su previsión a futuro basándose en la experiencia pasada y en la intención de mejorar la situación actual. Su experiencia no es simple producto de selecciones o acumulaciones naturales y fisiológicas, como sucede en todas las especies, sino que es experiencia social y experiencia personal lanzadas a superar el dolor actual y a evitarlo a futuro. Su trabajo, acumulado en producciones sociales, pasa y se transforma de generación en generación en lucha continua por mejorar las condiciones naturales, aún las del propio cuerpo. Por esto, al ser humano se lo debe definir como histórico y con un modo de acción social capaz de transformar al mundo y a su propia naturaleza. Y cada vez que un individuo o un grupo humano se impone violentamente a otros, logra detener la historia convirtiendo a sus víctimas en objetos “naturales”. La naturaleza no tiene intenciones, así es que al negar la libertad y las intenciones de otros, se los convierte en objetos naturales, en objetos de uso.

El progreso de la humanidad, en lento ascenso, necesita transformar a la naturaleza y a la sociedad eliminando la violenta apropiación animal de unos seres humanos por otros. Cuando esto ocurra, se pasará de la prehistoria a una plena historia humana. Entre tanto, no se puede partir de otro valor central que el del ser humano pleno en sus realizaciones y en su libertad. Por ello los humanistas proclaman: “Nada por encima del ser humano y ningún ser humano por debajo de otro”. Si se pone como valor central a Dios, al Estado, al Dinero o a cualquier otra entidad, se subordina al ser humano creando condiciones para su ulterior control o sacrificio. Los humanistas tienen claro este punto. Los humanistas son ateos o creyentes, pero no parten de su ateísmo o de su fe para fundamentar su visión del mundo y su acción. Parten del ser humano y de sus necesidades inmediatas. Y, si en su lucha por un mundo mejor creen descubrir una intención que mueve la Historia en dirección progresiva, ponen esa fe o ese descubrimiento al servicio del ser humano.

Es en el Movimiento Humanista donde aparece con claridad la influencia de un nuevo tipo de planteo teórico, conocido como “Nuevo Humanismo”. El Movimiento Humanista comienza a desarrollarse a través de organizaciones sociales, culturales y políticas al comienzo de la década del ‘80, apoyándose en numerosos temas propiciados por el método fenomenológico y las corrientes existencialistas, estructurados de un modo original bajo la perspectiva del pensamiento de Silo.


El humanismo universalista

1. El Nuevo Humanismo

“... Silo explica que el ser humano, antes de ponerse a pensar respecto a sus orígenes, o su destino, etc., se encuentra en una determinada situación vital. Situación que no ha elegido. Así, nace sumergido en un mundo natural y también social, plagado de agresiones físicas y mentales, que registra como dolor y sufrimiento. Y se moviliza contra los factores agresivos, tratando de superar el dolor y el sufrimiento.

A diferencia de otras especies, la humana es capaz de ampliar sus posibilidades corporales mediante la producción y utilización de instrumentos, de ‘prótesis’ (en su etimología: pro=delante y thesis=posición). Así es que, en su accionar contra los factores dolorosos, produce objetos y signos que se incorporan a la sociedad y que se transmiten históricamente. La producción organiza a la sociedad y, en continua realimentación, la sociedad organiza a la producción. Éste, desde luego, no es el mundo social y natural de los insectos, que trasmiten su experiencia genéticamente. Éste es un mundo social que modifica el estado natural y animal del ser humano. En este mundo, nace cada ser humano. Un mundo en que su propio cuerpo es parte de la naturaleza y un mundo no natural, sino social e histórico. Es decir, un mundo de producción (de objetos, de signos), netamente humano. Un mundo humano en el que todo lo producido está “cargado" de significación, de intención, de para qué. Y esa intención está lanzada, en última instancia, a superar el dolor y el sufrimiento. Con su característica ampliación del horizonte temporal, el ser humano puede diferir respuestas, elegir entre situaciones y planificar su futuro. Y es esta libertad la que le permite negarse a sí mismo, negar aspectos de su cuerpo, negarlo completamente como en el suicidio, o negar a otros. Esta libertad ha permitido que algunos seres humanos se apropien ilegítimamente del todo social. Es decir, que nieguen la libertad y la intencionalidad a otros seres humanos, reduciéndolos a prótesis, a instrumentos de sus propias intenciones. Allí está la esencia de la discriminación, siendo su metodología la violencia física, económica, racial y religiosa. Necesariamente, aquellos que han reducido la humanidad de otros seres humanos, han provocado con esto nuevo dolor y sufrimiento, reiniciando en el seno de la sociedad la antigua lucha contra la naturaleza, pero ahora contra otros seres humanos convertidos en objetos naturales. Esta lucha no es entre fuerzas mecánicas, no es un reflejo natural.

Es una lucha entre intenciones humanas y esto es, precisamente, lo que nos permite hablar de opresores y oprimidos, de justos e injustos, de héroes y cobardes. Esto es lo único que permite rescatar la subjetividad personal, y es lo único que permite practicar con sentido la solidaridad social y el compromiso con la liberación de los discriminados, sean estos mayorías o minorías. A estas alturas, se impone una definición del ser humano. No bastará decir: ‘el hombre es el animal social’, porque otros animales también lo son. Será incompleto definirlo como fabricante de objetos, poseedor de lenguaje, etc. En la concepción siloísta, ‘el hombre es el ser histórico, cuyo modo de acción social transforma a su propia naturaleza’.

Si admitimos esta definición, tendremos que aceptar que puede transformar también su propia constitución física... Y así está sucediendo; comenzó con prótesis externas y hoy las está introduciendo en su propio cuerpo. Está cambiando sus órganos. Está interviniendo en su química cerebral. Está fecundando ‘in vitro’ y ha comenzado a manipular sus genes.

Reconociendo que todo ser humano se encuentra en situación y que esta situación se da en el mundo de lo natural (cuyo exponente más inmediato es el propio cuerpo), al par que en el mundo social e histórico; reconociendo las condiciones de opresión que algunos seres humanos han establecido en el mundo, al apropiarse del todo social, se desprende una ética social de la libertad, un compromiso querido de lucha no sólo contra las condiciones que me producen dolor y sufrimiento, sino que lo provocan a otros. Porque la opresión a cualquier ser humano es también mi opresión. Su sufrimiento es el mío y mi lucha es contra el sufrimiento y aquello que lo provoca. Pero al opresor no le basta con encadenar al cuerpo. Le es necesario llegar más lejos, apropiarse de toda libertad y de todo sentido. Por tanto, apropiarse de la subjetividad. Por lo anterior, las ideas y el pensar deben ser cosificadas por el Sistema. Las ideas ‘peligrosas’ o ‘sospechosas’ deben ser aisladas, encerradas y destruidas como si se tratara de gérmenes contaminantes.

Vistas así las cosas, el ser humano debe reclamar también su derecho a la subjetividad: a preguntarse por el sentido de su vida y a practicar y predicar públicamente sus ideas y su religiosidad o irreligiosidad.

Y cualquier pretexto que trabe el ejercicio, la investigación, la prédica y el desarrollo de la subjetividad... que lo trabe o lo postergue, muestra el signo de la opresión que detentan los enemigos de la humanidad... “

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